Soudain, la Catalogne !
Mon livre Identités, la bombe à retardement, sera publié en Espagne jeudi prochain. Fernando Savater, le grand philosophe très respecté pour ses engagements humanistes, en a fait un compte-rendu juste et précis dans le journal El Pais. C’est pour moi un grand honneur. En plein référendum sur l’autonomie catalane, cet article est cependant en même temps une prise de position sur l’actualité chaude du moment, dans laquelle je me trouve donc, un peu malgré moi, impliqué (cela m’est arrivé comme ça, ce matin, quand je me suis connecté après avoir pris mon café en écoutant la radio, qui parlait justement du vote en Catalogne). Je me dois donc de dire au moins quelques mots sur le sujet. Le mouvement d’indépendance catalan est calme, pacifique et joyeux, il attire plutôt la sympathie, à l’opposé des sécessions régionales qui s’enferment dans diverses formes de violence. Ces deux modalités opposent le plus souvent régions riches et régions pauvres (les Catalans ne s’en cachent d’ailleurs pas : ils ne veulent plus payer pour le reste de l’Espagne). Mais Fernando Savater souligne que le nationalisme, quelles que soient ses formes de départ est une inflammation (il dit ailleurs : comme l’appendicite est une inflammation de l’intestin) qui entraîne toujours vers l’enferment sur soi et l’intolérance.
Voici l’excellent article de Fernando Savater dans El Pais :
Milan Kundera dijo que los rusos empiezan por llamar “eslavo” a todo lo que quieren convertir en ruso. De igual modo, Germá Gordó llama “países catalanes” a lo que quiere anexionar a su ilusoria república catalana. Son ejemplos de identidades culturales pervertidas para justificar maniobras políticas. Pero ese mismo fenómeno ocurre también con identidades piadosas, étnicas, eróticas, ideológicas… Son variantes que nos explica y contra las que nos advierte Jean-Claude Kaufmann en su excelente librito Identidades. Una bomba de relojería (editorial Ariel). La democracia contemporánea ha ampliado la autonomía de cada ciudadano, que puede y debe elegir los rasgos que le caracterizan con una libertad que desampara a los menos dispuestos o peor preparados para tal aventura. Las identidades colectivas, fuertes y obligatorias, les dispensan de esa búsqueda personal, acogiéndoles bajo lo que Nietzsche llamó “un calor de establo” homogéneo y tranquilizador.
El núcleo de todo fervor identitario es religioso, aunque su orientación y vocabulario sean laicos. Se basan en dogmas tan sugestivos como indemostrables, prometen alguna forma de bienaventuranza y movilizan a los creyentes contra la caterva de infieles que se interpone entre ellos y el paraíso. En el fondo, aunque cree que aspira a un premio mayor, el fanatismo de la identidad es ya una recompensa en sí mismo. Nadie tiene que torturar su mente buscando razones para elegir bien, basta con saberse parte del pueblo elegido. No opongas resistencia, relájate y disfruta. O padece, que ser víctima también es un gozo cuando la recompensa es una buena conciencia libre de dudas. Lo importante es tener claro quienes son los enemigos, porque ellos delimitan la identidad. Háganse el favor de leer a Kaufmann: reforzará sus identidades menos obtusas y más inclusivas, les hará temer las otras.